Ocho días después, y Colombia sigue existiendo

Para alegría de muchos y tristeza de algunos parece ser que el “pirómano” nos resultó un buen bombero

Por Enrique Somoyare III.

Hace ocho días Colombia eligió al primer presidente de izquierda de su historia republicana; Gustavo Petro Urrego, en su momento embrión de guerrillero, luchador social y político destacado durante más de 30 años. Ha librado diferentes batallas en contra del paramilitarismo, la corrupción, y siempre, ha estado del lado de la paz, la justicia social y la defensa de los derechos de todas, todos y todes, principalmente el derecho a la vida.

El primer discurso del presidente Petro, sí, el presidente, duélale a quien le duela, y contrario al mensaje de hace 4 años (no perderé el tiempo hablando “del hombre que nunca estuvo” y del que por fortuna nos liberaremos el 7 de agosto) se orientó a la paz, la convivencia y a la construcción de un gran acuerdo nacional que ponga fin a la guerra de las armas y de paso a la guerra contra el hambre.

Petro, leal a su discurso de acuerdo nacional con apoyo internacional, durante la semana que hoy termina se dedicó a iniciar contactos con diferentes gobiernos del mundo: EE. UU. y Venezuela por citar sólo dos, y por lo que significan en términos políticos, sociales y económicos. A nivel nacional está buscando mayorías en el congreso para sacar adelante su plan de gobierno y ha establecido contacto con diferentes fuerzas políticas para consolidar el pacto histórico ampliado que garantice la gobernabilidad. Muestra de lo anterior es la designación del canciller Álvaro Leyva Durán.  

Leyva Durán, de origen conservador, fue concejal, representante a la Cámara, senador, secretario privado de Misael Pastrana Borrero, ministro de minas de Belisario Betancur Cuartas y constituyente en 1990. Es hijo de Jorge Leyva Urdaneta, también concejal, representante a la cámara y senador, ministro, de obras y comercio en el gobierno de Mariano Ospina Pérez, primo de Roberto Urdaneta Arbeláez, expresidente de Colombia. Urdaneta fue hijo del general Roberto Urdaneta. La madre de Álvaro Leyva Durán es María Durán Laserna, prima de Mario Laserna Pinzón, uno de los fundadores de la Universidad de los Andes y tío de Paulo Laserna Phillips. Lo más importante de la designación de Leyva Durán como canciller, es que es el primer ministro nombrado en el primer gobierno de izquierda que ha tenido el país. Esto si es reconciliación, un hijo del Establecimiento en el gobierno de los nadies y las nadies.

El presidente Petro cuenta con tres herramientas que son determinantes para cumplir con su plan de gobierno. La primera es la Constitución de 1991 (la que con aciertos y sin ellos, nos ofrece derechos y garantías con las que no contábamos en la de 1886, falta mucho por desarrollar, pero lo escrito, escrito está y se debe implementar). La segunda herramienta es el acuerdo de paz firmado por el gobierno de Juan Manuel Santos con las Farc, acuerdo que incluye lo fundamental para superar la guerra armada y construir la paz, no detallo los puntos porque trasciende el objetivo de este escrito, solamente quiero resaltar que la derrota de Santos a las Farc no fue sólo militar, fue principalmente política, y mejor aún, en el ámbito político internacional, algo en lo que Leiva Durán tiene toda la experiencia. Las guerras, y principalmente las irregulares (de guerrillas), no se resuelven en el campo de batalla, se solucionan en una mesa de negociación. El reto de Leyva está en facilitar, e incluso, negociar con el ELN y otros grupos armados delincuenciales financiados por el narcotráfico; difícil tarea, pero no imposible. La última herramienta con la que cuenta el presidente Petro es la comunidad internacional: gobiernos amigos, ONU, derecho penal internacional, oficinas de derechos humanos, ONG; entre otras. Gracias a Santos Calderón que blindó los acuerdos adentro y afuera. Hoy es más fácil crear y registrar una empresa narcotraficante en las cámaras de comercio y en la Dian informando que su objeto social es exportar cocaína que fundar una nueva guerrilla. 

Ahora bien, no puedo ocultar la ilusión que ha estado presente en mi vida durante la última semana. Es la primera vez en la que me siento representado, y seguro estoy de que lo que está haciendo el nuevo gobierno por lo menos no tiene como objetivos joder al jodido, darle más a los que todo lo tienen ni profundizar la corrupción. Petro sabe y se ha preparado toda la vida para gobernar para todos los colombianos y no sólo por los que votaron por él. El punto de partida que ha escogido es tranquilizador, reunirse con el expresidente Álvaro Uribe, con Rodolfo Hernández, otros políticos y los gremios. Sin duda son pasos concretos y correctos en el largo proceso de reconciliación que necesita el país. 

Para terminar, y reiterando que la ilusión me acompaña, debo decir que no he sido poseído por el optimismo desinformado y cándido; sé que lo propuesto por el nuevo presidente es bien difícil de cumplir, dependemos de muchas personas y estamentos. De la primera persona que dependemos es del propio Petro, no estoy seguro de que su talante personal sea el requerido para construir los acuerdos y también tengo mis reservas sobre su capacidad ejecutoria a nivel gobierno. Creo, eso sí, en que su voluntad es genuina. Dependemos también del Congreso, de los gremios, de los poderosos del país y de la sociedad en pleno, espero que el reto no nos quede grande. Más que nunca, requerimos de la “voluntad política” en la que tanto insistió el presidente (sin serlo) Álvaro Gómez Hurtado. Las reformas clave se deben implementar en menos de un año, de lo contrario los que han esperado pacientemente durante 212 años, no aguantarán 18 meses, y los pobres, “las estirpes condenadas a cien años de soledad no tendrían una segunda oportunidad sobre la tierra”. 

Gracias a María Durán de Leyva, mi madrina Maruja, inspiradora de estas letras

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